John Lewis y El clave bien temperado de Bach: ante todo, la elegancia


John Lewis, el insigne pianista, caballero del jazz, todo un histórico. Uno de los grandes valedores de la Third Stream y el alma del mismísimo Modern Jazz Quartet, el conjunto que hizo suyo a Bach, transcribiéndolo o no; y que ya tarda en aparecer en nuestro blog, a propósito.

Pues aquí le tenemos, nada más y nada menos que glosando selecciones de El Clave bien temperado, sin prisas, con cuatro discos de por medio y casi cuatro horas de por medio. Y con suma elegancia en todo momento.



El esquema se repite en cada par: el preludio es cosa única de Lewis, al piano desnudo; en las fugas se acompaña de violín, viola, guitarra eléctrica y bajo. Los primeros comienzan casi literales respecto a Bach, pero poco a poco se van deconstruyendo y reconstruyendo con nuevas acentuaciones, cambios de tempo a priori sutiles, rediseños del fraseo, adornos melódicos y hasta acordes de blues.



Cuando digo poco a poco es que quiero decir poco a poco. Si te dejas llevar, en cada pieza no te das ni cuenta en qué momento entró Bach en el terreno del jazz. Lewis juega a la sutileza extrema, a desdibujar fronteras entre lo literal y lo figurado, entre la variación y lo variado. De hecho, en los primeros compases de cada preludio nos podría parecer que estamos sin más ante otro pianista clásico, como si Lewis quisiera subrayar que no habrá brusquedad en las metamorfosis, que no puede haberla entre dos lenguas primas hermanas.

Y así, de repente, te sorprendes en medio de una extensa digresión sobre algún pequeño motivo, pero siempre como si no hubiese pasado nada por en medio. El swing de Lewis es tan portentoso que tiene esta cualidad. Pero en realidad, claro que pasan cosas, y muchas, pero a un nivel a priori imperceptible, microscópico. Primero una pincelada suelta; después, otro color; al final, nuevos contornos por aquí y por allá, pero siempre conformando un trampantojo de Bach, sin salirse lo suficiente de la partitura original como para no poder volver a ella en cualquier momento.



No se pretende la fagocitación de un estilo por otro, ni mucho menos —lo cual tampoco sería malo, por cierto—, y además está claro que no se trata de una simple transcripción, por lo que, en realidad, quizás podríamos hablar aquí de la famosa síntesis de la Tercera Corriente, por más que no sean obras genuinas sino basadas en otras, que eso es lo de menos.

Ya hablaremos otro día de las genuinas de Lewis y el MJQ, a propósito, que ahí hay tela que cortar. O de las bachianas explícitas, por supuesto. O de The Chess Game, como presentó su acercamiento a las Variaciones Goldberg en dúo con su esposa, la clavecinista croata Mirjana Vrbanic. Comoquiera que las fugas son más un juego de grupo, Lewis propuso en su momento The Bridge Game para estas versiones de El clave bien temperado, e incluso añadió algún que otro subtítulo ingenioso (que si "tres espadas", "dos corazones", etc.; si por ventura hubiere algo musical que descifrar al respecto lo dejo ya para los muy entendidos de los juegos de cartas).



En fin, es muy curioso lo bien que han envejecido estos registros de mediados de los años ochenta. Por entonces, lo que hoy casa a la perfección con nuestro zeitgeist minimalista era por entonces tenido por background music, al decir despreciativo de Jon Pareles en este artículo del New York Times. Yo tuve esa impresión, pero se cura cuando llevas ya varias escuchas y te das cuenta de que al final te has enganchado, incluso como música de fondo si bien te da la gana, a mucha honra. Resulta que Lewis prefiere no caer en la exuberancia vacua, encarna la elegancia segura frente a la crispación sin ton ni son: sencillamente, las notas fluyen por sí mismas, sin aristas innecesariamente punzantes, sin empujones forzados, sin pathos fingidos. Solo música. De la buena. De la muy buena.

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